GREEN FRIDAY YA ESTÁ AQUÍ! 25 NOVIEMBRE
¿Debemos apostar por un
consumo responsable,
o comprar obnubilados por
las ofertas?
En
nuestra sociedad actual estamos tan acostumbrados al continuo bombardeo de
anuncios y ofertas que no nos paramos a pensar en las terribles consecuencias
que este excesivo e innecesario consumismo lleva consigo.
Un
problema a nivel global que vamos a sufrir, sobretodo los más jóvenes, es el
cambio climático, que es acelerado de manera desorbitada por nuestra tendencia
a comprar, usar y tirar. De esta manera
desechamos sin pudor lo que todavía nos sirve para comprarlo más nuevo, con la
excusa de que “estaba en oferta”.
El mundo
actual está meticulosamente pensado para vender al máximo posible. Un ejemplo
de ellos son los carritos de los supermercados que a más de uno le han hecho
polvo la rodilla al usarlos porque se desplazan ligeramente hacia la derecha.
No es que todos estén defectuosos, al contrario, están diseñados así como
estrategia comercial para acercarla consumidor a los productos de las
estanterías que nunca tienen precios
redondos para parecer más económicos y estando los más tentadores a la altura
de los ojos. Incluso las festividades están pensadas para el comercio, como la Navidad
y el Black Friday, que básicamente se puede decir que es el día del
consumismo.
Comprar
tirar y volver a comprar. Este es un círculo vicioso que en muy poco tiempo ha
sido capaz de provocar un atolondramiento social estúpido, capaz de cegarnos
ante los problemas globales que ocasionan, ya que aún sabiendo que no ayudamos al planeta en
absoluto, no somos capaces de reducir nuestro consumo.
Para
acabar con esto, debemos ser más conscientes de lo que compramos, pensar que en
sí realmente lo necesitamos o es puro capricho, apostando así por un consumo
menos egoísta y más responsable.
Paula
Benítez López. T2A
Lo que no tiene precio.
“Es más feliz el que menos tiene” Hemos
escuchado esta frase miles de veces quizá porque está muy de moda o quizá
porque encierra en ella una enorme verdad. Puede que en nuestro ADN queden todavía
imprensos resquicios de la vida tan dura que llevaron, por ejemplo, nuestros
bisabuelos, una en la que la poca comida que había se repartía entre siete u
ocho bocas, aunque el “manjar” - dos huevos fritos y trozo de chorizo, como
mucho” se le cedía al patriarca, que llegaba cansado de trabajar en el campo
una vez asomaba la luna.
Antes se
tenía tan poco y ahora se tiene tanto. Es difícil discernir entre ambos
extremos para encontrar un punto medio, un equilibrio entre lo más y lo menos;
puede que por ello haya que esforzarse un poquito para hallar esta felicidad de
la que algunos hablan.
Pongámonos
en el caso de una persona de nivel sociocultural medio, y analicemos su
comprometimiento, ahora que se acercan fechas críticas para el consumo
desmesurado, alentado y fomentado por el bombardeo constante de la publicidad.
El experimento es muy sencillo, tan solo hay que prestar atención, y
percatarnos, del panorama: cientos de personas arremetidas en tiendas y
supermercados, en búsqueda de una nueva presa que llevar al armario o a la
nevera, con la mirada acechante hacia los precios que – sorpresa -están más
rebajados que nunca, los carritos a rebosar y dispuestos a gastar tanto dinero
como se precie en productos que no necesitan – aunque no lo saben todavía- por
muy baratos que los hayan comprado.
Aunque
desde fuera podamos criticar este absurdo comportamiento, lo más triste es
percatarse de que uno mismo también habrá estado en algún momento en la misma
situación. Es así; los humanos, por mucho que nos llamemos seres racionales nos
comportamos en determinadas circunstancias como todo lo contrario.
Lo
importante es educarnos a nosotros mismos y aprender que las posesiones
materiales son meros objetos inertes que consumen nuestro espacio y energía, y
que con lo que nos quedamos a fin de cuentas es con recuerdos de personas y
experiencias. Y eso no tiene precio.
Ana
Pérez , T2A
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